Mafalda y la televisión.
¿Qué se
gana apagando una pantalla? Y ¿qué se pierde? Bueno, depende. Todo es relativo.
La televisión genera más cultura de masas. El arte se masifica
. Pero,
¿qué es arte? ¿un baile en un reality es artístico? ¿Tinelli es propulsor de
cultura? ¿De qué manera la gente accedería a ésta si no tuvieran una radio, una
televisión, una P.C., o cualquier medio que masifique un mensaje que intenta
ser cultural?
Cuando
Humberto Eco publicó “Apocalípticos e integrados” en el lejano 1964, en el
Uruguay habían muchas programas en vivo, gente que no entendía a los muy
“inteligentes” Telecataplum y chabacanería desde los primeros años con
programas argentinos, tandas molestas, series que se repiten, pero muchas cosas
hechas a todo pulmón. Y precisamente con personajes que tienen una cultura que
les permite desarrollar este tipo de comunicación para las no tan privilegiadas
masas.
¿Quiénes
accedían a la televisión? No todos. Recordar que la gente se reunía por cuadra
a ver telenovelas o series. Los primeros fueron “integrados” para terror de los
“apocalípticos” que se sorprendían de las repercusiones del mensaje televisivo.
Dejar de ser exclusivos es un temor que muchos suelen tener. Pasó con la
música. Los primeros fonógrafos hizo llegar a la gente lo que antes era privilegio
exclusivo de la aristocracia, la burguesía o los sectores con más dinero. Pero,
lo que antes se centraba en los juglares que transmitían la música de pueblo en
pueblo, ahora se vendía a preciso módicos y con grandes orquestas, que antes se
limitaban a un público educado, serio y “refinado”.
Con el
correr de los años la oferta se amplió. El advenimiento del cable generó una
mayor cantidad de posibilidades. Hay más televisión basura, pero también más
para reflexionar y programas científicos mucho más amenos que una clase en un
centro educativo. ¿Eliminamos esto último? No. Lo complementamos. No es
necesario apagar para pensar. Se puede seleccionar y pensar o seleccionar y
olvidar o seleccionar nuevamente y alegrar nuestra visión con colores y formas
que estimulan nuestro cerebro.
Los últimos
años la televisión es publicidad con algo de programas en el medio. Por eso
muchos prefieren Internet. Todo y rápido al alcance de todos. Pero nosotros no
estamos acostumbrados a la era de la inmediatez y a veces quienes más disfrutan
son los jóvenes que crecen con estas tecnologías. Pero también dificultades
con, por ejemplo, las redes sociales con la cual interactuamos.
Volviendo
al mencionado Tinelli. Recuerdo una anécdota sobre su persona escuchada en una
librería. El dueño estaba enojada por que había vendido libros de Paul Auster
solo porque lo mencionó el conductor televisivo. ¿Y si logró inquietar a la
gente al punto de comprar libros de Paul Auster? Antes no lo conocían ni
siquiera accedían a él. Ver Tinelli y nada más es el problema. Si dispara,
genera inquietud y moviliza pensemos en más cultura con variedad. La industria
genera porque es negocio. La cultura vende, sirve y reproduce.
También hay
mensajes simples pero no por eso menos efectivos. “Las mil y una noches” hizo
que muchos sintieran curiosidad por el cuento original, aunque no tenga nada
que ver. Pero su mensaje hace años que se reproduce. Al igual que “Ezel” que
tiene mucho de parecido al “Conde de Montecristo”, pero no por repetido se hace
estéril. El público se renueva. Ciegos que vuelven a ver, en sillas de ruedas
que vuelven a caminar, la pajuerana que se casa con el niño bien de la casa,
play boy, devenido en fiel después de conocer al amor. Eso sí, muy bien escrito
y con actores que vienen muchas veces de la formación actoral.
De todas
maneras el sujeto que recibe la información, el dato, participa con su
comprensión que no siempre es la del que está viendo lo mismo. Existe un
mensaje que
se emite
pero significados varios. Varios sobre un mismo elemento dependiendo del que
recibe la obra. Importa lo que el espectador pueda sacar de esas imágenes.
Un elemento
a tener en cuenta de aquellos primeros años de la televisión era que, sacando
las series y telenovelas, buena parte de los programas eran en vivo. Con la
adrenalina fluyendo, el miedo y la espontaneidad a flor de piel. El director
elige una imagen en el momento y eso es lo que sale. Todo esto antes de que
apareciera el video tape.
La
televisión es servicio. Hace llegar a la gente un producto a la venta o Hamlet.
Es telecomunicación inmediata, política, crónica de acontecimientos, historia
veloz del tiempo que es presente pero rápidamente deja de serlo. El hoy es
pasado sin análisis reflexivo.
Paremos
para pensar. El filtro es interpretación subjetiva e interesada.
Es lo que
alguien quiere que yo vea, hasta que dejo de verlo.
La
televisión es servicio porque a través de él se dirigen varios discursos.
Depende del rating para crear una programación acorde no al público sino a los
empresarios que buscan beneficiar a las firmas anunciantes.
Sobre
hábitos de lectura, la televisión no la elimina ni disminuye. Muchas veces
incluso reafirma la curiosidad hacia títulos de divulgación científica,
histórica, geografía, etc. En regiones donde la lectura se había agotado la
tele generó un elemento de cultura siendo provocados para cuestionar o no,
generar debates o denuncia, determina un medio para luchar contra la hipnosis
que esta produce. Ve, mira, conoce y tiene la posibilidad de algo. Antes no.
Tiene la opción.
La
televisión se convierte en escuela de conductas, gesto y cultura. Muchas veces
a través de los divos y su forma de conducirse ante el mundo. Por eso es
necesario el intelectual y su bagaje
para contrarrestar el espíritu lúdico y mesiánico de algunos sectores de
las comunicaciones.
Solo la
ideologización del medio técnico es capaz de cambiar su signo y su dirección.
“(...) significa
imbuir a la administración del medio de una visión democrática del país (...)” explica
Eco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario